Requiem por un sueño (2000) es una gran obra cinematográfica que bien representa la realidad de la vida, los objetivos que las personas tenemos en ella y sobre todo la crueldad que en ciertos momentos puede llegar a presentar.
La historia narra que Harry, caracterizado por Jared Leto, y su madre, representada por Ellen Burstyn, contraen sueños muy distintos. Mientras que ella espera con ahínco el día en que pueda participar en su concurso televisivo preferido, la ambición de su hijo Harry y su novia Marion es hacerse ricos y poderosos vendiendo droga. Este es el elemento que falla en su intento, la droga y el mundo que gira alrededor de los estupefacientes. Es verdaderamente relevante ver como pese a que a ambos se les va truncando el camino por conseguir su sueño, los dos luchan hasta el final por conseguirlo pase lo que pase.
La película muestra la realidad tal y como es, y sobre todo como la sociedad tiene adquirida diferentes conceptos de éxito que lejos de la realidad, son todo lo contrario. El poder se ve especialmente influenciado y muestra como ninguna película una de las críticas más potentes a los poderosos que nunca antes se haya podido ver en la gran pantalla.
Técnicamente creemos que se logra lo que el director quiere hacer sentir al espectador, esa angustia y zozobra en cada escena y sobre todo en el final en el que se crea el símil perfecto con el fin de la vida: una transición de imágenes repetidas, que mediante transiciones y la magnífica banda sonora de Clint Mansell produce la atmósfera idónea.
Sin duda es una película que ha de hacer reflexionar al espectador por el trato subjetivo, cercano y directo que hace sobre un mundo tabú como el mundo de las drogas. ¿Por qué ha de existir un mundo idílico lleno de sensibilidad y belleza y otro mundo oscuro lleno de falsas promesas y de ajustes de cuentas? o ¿por qué siempre ha de existir un chivo expiatorio que sea el culpable de los males y casualmente siempre estar en el mundo oscuro alejado del poder y de la riqueza?
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