Sobre las cenizas de lo que antaño fueron dos gigantescas
estatuas de Buda, situadas en la provincia de Bamiyán y destruidas por los
talibanes en 2001, es donde acontece Buda explotó por vergüenza. Una película
documental en la que Hana Makhmalbaf, representando la odisea de una niña
afgana en su afán de aprender a leer, construye una fábula lírica a base alegorías y metáforas sobre la
situación social de las mujeres en Afganistán, marcadas por la ausencia de
libertad a causa del sometimiento talibán.
Título
original: Buda az sharm foru rikht (Buddha Collapsed out of Shame)
Año: 2007
Duración: 81
min.
País: Irán
Dirección:
Hana Makhmalbaf
Guión:
Marzieh Meshkini
Música:
Tolibhon Shakhidi
Fotografía:
Ostad Ali
Reparto:
Nikbakht Noruz (Baktay), Abbas Alijome (Abbas), Abdolali Hoseinali
Productora:
Coproducción Irán-Francia
Género:
Drama | Infancia. Vida rural
Premios:
Premio Especial del Jurado y Premio Otra Mirada en el Festival Internacional de San Sebastián
Premio Especial de Paz y Oso de Cristal en el Festival de Berlin
Premio a la Mejor Película del Flying Broom International Womens Film Ankara
El film
relata como Baktay, una niña que vive refugiada en una una cueva al cuidado de
su hermana, siente el deseo de querer ir a la escuela para aprender a leer. En
esta odisea, totalmente solitaria, armada con un cuaderno que le costó
conseguir y un pintalabios a modo de lápiz, se enfrenta a situaciones marcadas
por la violencia y represión hacia las mujeres. Desde la discriminación en el
colegio de niños, hasta la bronca que recibe por maquillar a sus compañeras,
pasando por ser objeto de un abuso ejercido por niños jugando a la guerra que
imitan el comportamiento que han observado.
El miembro
más joven de una familia de 4 miembros cineastas, en la que la creatividad
audiovisual corre por sus venas, a los 18 años realizó esta película siguiendo el estilo familiar de denucia. Una
mezcla entre documental y ficción interpretada por niños autóctonos, que relata
la realidad de Afganistán: escasos recursos en unas escuelas abarrotadas, niños
que asumen la violencia como patrón de conducta, adultos ausentes en la
educación de los niños, mujeres como
objetos de abuso y violencia…
Esta película
construye una metáfora político-social en la que los niños a través de sus
juegos y de su vida reproducen actitudes aprendidas por la observación de sus
padres, escondiendo un duro trasfondo de denuncia hacia el machismo y la
violencia e intransigencia propios del régimen talibán. Nos muestra como la
presencia de los niños en una guerra, siendo testigos de la violencia
perpetrada en ella, los convierte en copias de los adultos, llegando a
interiorizar esas conductas como normales y reproduciéndolas mediante sus
juegos.
A una edad a
la que los niños son una esponja, se empapan y retienen conocimientos
aprendiendo por imitación, juegan imitando las acciones de sus padres. En una sociedad
en la que los niños no se han visto involucrados en una guerra, juegan imitando
los comportamientos que conocen, pero si esos niños han sido testigos de la
violencia que conlleva una guerra quedan marcados de por vida, llegando a
asumir la violencia como patrón de conducta.
El espíritu de
la película queda resumido en una frase de Baktay, hacia los niños que juegan a
la guerra imitando la conducta de los talibanes y que le apuntan con palos que
simulan ametralladoras, que dice “No quiero jugar a la guerra”. Y es que la
guerra no es un juego, a pesar de que actualmente los niños hayan normalizado
la violencia a causa del auge de los videojuegos de guerra y el uso de ellos
por niños cada vez más pequeños.
Comentarios
Publicar un comentario